PRÓLOGO PREFACIO A LA NOVELA: 1936 adiós a las trincheras 2016


Prólogo Prefacio: 1936 ADIÓS A LAS TRINCHERAS 2016

Era abril de 2017 y tenía escrita una novela titulada ADIÓS A LAS TRINCHERAS. Preparaba el archivo antes de enviarlo a mi editora. Había durante dos años buceado en la guerra de España, esa de 1936. La novela estaba enteramente dedicada a la Batalla de Lopera: diciembre de 1936, donde el poeta inglés John Cornford murió.

Había leído lo clásico; desde Preston a Chaves Nogales; desde el Homenaje a Catalunya de Orwell hasta el fascinante estudio sobre la batalla de Lopera de los hermanos Pantoja Vallejo; desde Agustín de Foxá, hasta otros cuyo nombre no quiero recordar. Crónicas y pensamientos de uno y otro lado…

También había recorrido los escenarios de la novela: las trincheras y campos de Lopera, Porcuna, Villa del Río, Bujalance, etc. También fui a Londres para ver el río y algunas localizaciones. Barcelona y Huésca… Monte perdido…

El mes de abril transcurrió con los lógicos preparativos. Mi editora esperaba el original. Todo dispuesto para iniciar la edición...

 Pero mira por donde una noche de principios de mayo, en el telediario, una noticia me explota en las manos: El escritor Javier Reverte presenta su novela: Banderas en la niebla, dedicada a la Batalla de Lopera y al poeta inglés John Cornford. Aquella noche y unos cuantos días más se me hicieron de plomo. Solución: dejar la novela, escribir a mi editora, parar máquinas.

Hecho. Olvidar. Comenzar con el siguiente libro: La documentación; otra vez el camino lento, pausado...

 Dejar de Pensar en Adiós a las trincheras. Aquellas páginas agónicas en la cuales un poeta inglés, tras cumplir 21 años, muere, un día después en una batalla de ilusos hijos de la ilustración europea contra preparados matarifes profesionales: La poesía contra la barbarie:  porque esto no era las guerras médicas, heroicas; donde los guerreros, además, eran poetas y héroes.

A veces en la vida se cruzan ríos de piedras y barro. Llegó junio y la vida me explotó por todos los lados. Llevaba yo ya varios años de cataclismos, de guerras, de verdades.

Parecía como si al cumplir los 50, el mundo necesitara de tu sangre, reclamara tremendismos. El trabajo, la familia, el arte, la vida; también la muerte. Aquel mes pude ver, aún más cerca, de qué estamos hechos. De qué materia rota y barro y trapo remendado el alma se comporta como si no existiera el cuerpo. 18 días con sus noches de hospital abrieron en mí la herida definitiva, sacaron el ser que soy o que siempre he sido.

18 noches contra dios, contra todo. Entonces, en una de esas batallas, libré la definitiva: Tenía que reescribir ADIÓS A LAS TRINCHERAS. Y fueron esas noches, a ciegas, llenando en la oscuridad libretas de muelles enteras, como el sismógrafo ante el derrumbe definitivo, pude izarme con la bandera de la guerra, del nuevo aliento desgarrador, con la nueva buena del que nada teme ya.

La batalla de Lopera quedó a uno de los lados de la novela y en ella entraron las palabras, los ojos, los susurros, la memoria de mi abuela Esperanza, contando las batallas, la guerra ahí mismo, en innumerables tardes de toda mi infancia y adolescencia. Comprendí, de pronto, que todo estaba, había estado allí; dentro de mí.

Entendí que mi dolor era el de todos.  Encendí las antorchas y quemé el camino. Empaqueté en octubre de ese año la nueva novela y la mandé a mi editora.

Sobre las ascuas me quedaron un montón de libretas, anotaciones, menús de hospital cosidos a palabras, balazos, escupitajos, improperios, tardes y mañanas escondido en los ajardinados repletos de gatos y mis vómitos de tristeza. Qued



ó algo que aún no se si es novela o ensayo o despropósito.

Y vino el libro cosido y sus primeros lectores y comencé a escuchar con paciencia a todos aquellos que me mandaron consuelo y ánimo, sabedores de mi drama, en el que con valentía dispongo y analizo el camino para alcanzar la esperanza, la reconciliación y la definitiva CONCORDIA.

 Todo esto tras 40 años de dictadura y silencio; y otros 40 años de Democracia Y OLVIDO.

Luis Emilio Vallejo Delgado.

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